Tranquilo, es solo el viento.



Solo el viento, de Benedek Fliegauf representa la realidad de la que no sabemos nada y que tampoco queremos ver. Una familia gitana romaní sufre en las carnes los efectos del racismo, llegando a los extremos más violentos: otras familias gitanas de la zona han sido asesinadas por la noche, lo que cada vez va cerrando más el círculo entorno a ellos. 
Basada en un suceso real, la película nos muestra un día cotidiano de la familia, con el abuelo enfermo, el niño no queriendo ir al colegio, la hija adolescente intentando igualarse al resto acudiendo al instituto pero sufriendo insultos racistas por parte de su profesor, la madre pluriempleada dejándose la piel para poder seguir viviendo difícilmente al día, sufriendo también acoso racista por parte de su jefe.
Tras este cuadro de desprecio cotidiano, representado en un área de Hungría poblado de bosques y hierbas altas (gracias a la magnífica fotografía que nos permite sentir su frescor en la piel), aparece lo subyacente, en el ambiente se masca la tragedia, ninguno habla de ello pero todos lo saben: podrían ser los siguientes. Intentar deshacerse de ese sentimiento para seguir viviendo, pero no, les persigue. Por su condición, uno abstrae que tienen el destino truncado, el espectador intuye que esos personajes no llegarán a nada en la vida debido a esa sociedad opresora.




La realidad gitana es mucho más dura de lo que parece. Mientras en la sala de ordenadores el resto de estudiantes juegan a videojuegos de guerra, con el insistente sonido de los disparos, Anna, la adolescente, después de buscar en Google "asesinatos de gitanos", realiza una videollamada a Canadá, para hablar con su padre al que hace más de un año que no ve. Los contrastes se muestran continuos. Rio, el niño, escucha cómo han sido asesinados sus vecinos. Sus preocupaciones deberían ser las propias de su edad, no estar a la espera de la muerte.


La película es la continua espera de lo inevitable, tanto por parte del espectador como de los personajes, en un silencio atronador que no hace más que incrementar el nerviosismo.Uno siente cómo es esa mosca que te persigue en el oído, el latido constante de la muerte cercana. No se sabe qué pasará pero se espera que pase algo. Ellos viven en ese "standby", a la espera, conteniendo la rabia contra los que los maltratan y denigran, callando, siempre callando, observando con la boca cerrada.

Andrea Dorantes


"¡Sí al perdón! ¡Sí al olvido!".

Haciendo click aquí podéis ver la crítica que hice de Carne de perro (2012, Fernando Guzzoni) para La película del día

Enjoy!